Cada rastro de luz desaparece al mismo tiempo que llueve, nunca, Pequeño Erizo, presenciaste tal tormenta, hasta este momento.
El frio se apodera de la habitación, mi letargo cesa sin el menor aviso, el olor en el aire delata presencia alguna de tu existencia.
Tu olor, como una flor fragante plantada en mi jardín de eterna oscuridad, es suficientemente suave para ser detectado en la penumbra, y demasiado dulce, lo que lo hace imposible de ignorar. Ahora te recuerdo mí querida acompañante, solo tú eres capaz de hacer llorar así al cielo. Empero ¿Por qué esta visita repentina? ¿Acaso los espíritus de ti se rieron? ¿O te has aburrido de tus amigos fantasmas y vienes a lastimar mi inexistente conciencia?
20/11/2005.
Fefo (REUS).
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