viernes, 27 de septiembre de 2013

Enséñame a ser puta

Te enseño a ser puta, pues el amor de tus días bonitos perece en la mortecina sonrisa de esos ojos caramelo, que humedecidos por la brisa lluviosa de la tarde y por la emoción que ese corazón que acabas de romper sopla sobre ti, sobre mi y sobre ellos, se cierran para sentir el calor reconfortante del abrazo de los párpados.

Te enseño a ser puta, pues estos sentimientos fútiles embarran con semen rencoroso esos sueños de familia que siempre existirán y harán daño, trampas oníricas sobre las que reímos antes de ser activadas, fundamentos engañosos para una vida feliz.

Te enseño a ser puta, con la condición de que sean mis labios los que escriban en el aire las historias ficticias de tus hazañas sexuales, sin importar los  reproches, ni lamentaciones de tu parte, pues mi corazón aterido encuentra el calor vital en los senos de una diosa de belleza fantástica y espíritu amazónico que aún no entiende que el daño en mi no tiene cura.


Te enseño a ser puta, pues en las mil cartas que el fuego quemo murió el respeto y el autoestima de mis ángeles guardianes, querubines con los pañales cagados, que ahora lloran implorando por el regreso de la dignidad que huyó de mi alma cuando el humo disfrazó el llanto de los ojos caramelo.

Te enseño a ser puta.
18 de Agosto, 2013
                                                                                              Rafael Urdaneta Sarauz (Fefo)

lunes, 28 de enero de 2013

Los Motivos Para Barbara


  Cuando cerré la ventana de la sala, todas las luces del pueblo se despertaron obligadas por la noche, los huevos y frutos podridos comenzaron a estallar en las paredes, puertas y ventanas de la casita de paredes blancas y adornos vino tinto que habité feliz y pecaminosamente durante mis cuarenta y dos años de vida. Las piedras quebraban las una vez hermosas y rojizas tejas que cubrían el techo. Esa horda de vecinos, silenciada por un odio lleno de pena hacia mi persona, permanecería allí afuera esperando el último respiro de mis manchados pulmones. Esa noche, mi última noche, era hermosa, las estrellas llenaban ese río negro que fluye sobre nuestras cabezas, mientras la luna acariciaba su cuerpo sobre una enorme y olvidada nube. ¿Y Orión?, pude apreciar como Orión soltaba al león sólo para verme compungir, él, como todos los demás en este pueblo, deseaban mi pronta muerte. No aguantaba más ese dolor, sufría por ella y nadie más, el arrepentimiento sisaba poco a poco fragmentos de mi alma, siento su rencor y recuerdo la mirada muerta de sus grandes ojos castaños.
Ella jugaba con muñecas y corría enamorada tras los niños más aventureros de la urbanización donde vivía, los edificios con diversas y pintorescas entradas y jardines eran el patio de juegos perfecto para esa cantidad excesiva de niños maleducados que rondaban la zona, ella, cual niña, usaba shorts y franelillas con tonos cremosos y rosa, frecuentemente salía del apartamento a compartir con sus amiguitas, siempre con el consentimiento de su madre, mujer muy atractiva de labios rojos, hermosas y fuertes piernas, con pies que harían vibrar de emociones placenteras a todo fetichista que tuviera la oportunidad de verlos, acariciarlos y olerlos, esposa de un gañan soberbio y de malas costumbres, entre ellas el alcohol y las putas, un hombre de vicios, pero responsable y consciente de que su niña no sería niña para siempre. Con sólo nueve años, el cabello castaño y enmarañado, la niña demostraba un gran interés por los nuevos amigos de su hermano mayor.
Recientemente había conseguido un trabajo cerca de allí, así fue como conocí a su hermano mayor, Alberto, hombre patético y de una personalidad y un físico poco envidiables, pero que a su vez era un amigo de gustos peculiares, con quién se podía tener largas conversaciones acerca de temas de los que sólo unos pocos conocen en este lugar. Lo conocí mientras trabajaba en la planta baja del edificio frente al suyo. Mis compañeros de trabajo lo describían como un personaje envidioso y ridículo, con carencias afectivas y una necesidad impresionante de querer destacar en todo lo que los demás hacen, siendo él alguien que nunca hizo ni logró nada. Dos años después recordaría esas historias y reiría al darme cuenta de cuan reales eran. El era un hombre de bigote escaso, cabello corto, aficionado a hacer deporte durante la noche en la cancha de la urbanización, lo que generó ese apodo por el cual todos lo conocen hoy en día. A pesar de ser como era, sentíamos cierto apreció por él, hasta el punto de hacerlo imprescindible en nuestras reuniones luego del trabajo. Me dedicaba a transcribir libros y a conversar, fumaba cigarrillos y bebía Macondo, bebida espirituosa, con mis compañeros, no tenía aspiración alguna, tenía treinta y cuatro años y aún no tenía metas claras en la vida. La sencillez con la que vivía cada día no me permitía procurar un mejor porvenir. Pase mi infancia, adolescencia y madurez de la misma manera, sin sueños, amor, ni metas, una vida sencilla, una vida envidiable. Mi salario era una miseria, sin embargo lograba escaquearme de las responsabilidades sociales y permitirme vicios. Me sentía joven, a pesar de que mi largo y oscuro cabello ya empezaba a marchitarse y la alopecia se abría pasó por mi frente, era flaco, pero aún así conservaba cierta flaccidez en mis brazos y abdomen, vestigios de una adolescencia llena de dulces y frituras. Pasado que compartía con Alberto, quién me parecía la mejor opción para pasar la noche fuera de casa. Su hermana siempre buscaba llamar la atención de las visitas, me saludaba de manera picara y cariñosa, como si se tratase de algún pariente cercano a quién esperaba con anhelo los fines de semana. Durante mis visitas recurrentes a esa casa, su habitación fue la mía, ella dormía con sus padres mientras yo leía a Vargas Llosa en su pequeña cama llena de ositos y muñecas, no me distraían las paredes color lila adornadas con recortes de revistas y diminutas calcomanías con forma de estrellas y lunas menguantes que brillaban en la oscuridad. Allí pasaba mis noches de descanso laboral, en la cama de quién sería mi amante y mi condena.
Tío tío, ya es hora de levantarse tío - Así me sacaba del rem ese personaje carismático y poco violento. Su madre disfrutaba de ofrecerme el desayuno y por alguna razón que ignore toda mi vida, en ese lugar el pollo en salsa era el desayuno, almuerzo y cena de todos los días. Alberto era adicto al café, antes de empezar mi rutina, ese ser ya tenía en su cerebro unas tres tazas de café. Yo repudie el café hasta el día de hoy. Veo el cadáver de su hermana en mi cama y recuerdo aquel día en que esa oscuridad que todos llevamos dentro pasó a ser mi piel.
Ella tenía doce años, los coqueteos de niña atolondrada eran mucho más frecuentes con mi llegada - Que niña tan coqueta - pensaba mientras observaba a la pubertad actuando rápidamente sobre Barbarita.


22/10/2012
Fefo

viernes, 10 de agosto de 2012

Elogio a las ratas I


               Decidí quedarme con ella luego de encontrarla atrapa en la trampa que mi hermano había puesto días atrás. Era, como todas sus hermanas, un animal repulsivo, su larga cola, desprovista de punta, nos dice que era una verdadera sobreviviente, ama del escape ante el asedio perpetuo de los gatos callejeros, sus ojos casi muertos palidecían a mi hermano y provocaban muecas de asco en la cara de mi madre, pero a mí, a mi no, pues era una sobreviviente. Aún recuerdo su expresión de cansancio, dolor y melancolía. Eran las seis de la tarde y yo regresaba de la universidad, traía la risa suave que nace al tener un buen día. Un vaso de agua saciaba mi sed y cansancio, cuando un sonido fricativo seguido de un chillido llamo mi atención. Ya sabía que sucedía, ya sabía que esperar, pues hace días mi hermano y yo habíamos planeado todo, pero aún así estaba sorprendido. Observé detrás de la cocina, y allí estaba, gorda, asquerosa, con una de sus orejas a la mitad y la punta de su cola, ausente.

Fefo
10 de agosto 2012

jueves, 9 de agosto de 2012

Lo que su padre sospechaba terminó impulsando deseo.



No me gustan tus amistades - Le dice su padre mientras guarda un peine en el bolsillo trasero del pantalón - vea a ver si trae un novio a casa. Y así, afrentando a su hija con comentarios innecesarios, ese hombre de bigote canoso y de corazón aterido impregna de malicia y recelo los pensamientos líbicos de ella Andreina, mientras se marcha a descansar en su alcoba. Ella acababa de llegar, era tarde, pero no lo suficiente, el leve olor a alcohol impregnaba con vergüenza sus mejillas, en sus ojos merodeaba la reconfortante sensación de haber pasado un día lleno de alegría ficticia. Despeinada, sudada y cansada, decide tomar una ducha. Bajo el chorro de agua fría, las gotas acarician su cuerpo evaporando las ganas arrechas de llorar. Su cuerpo llora por ella, la injusticia y la necesidad gritan en su vientre. Y al momento previo de tocar su sexo se detiene y piensa en las palabras de su padre, así la reminiscente imagen de su amiga besa sus labios y ella sonríe. Ella no la ama, sólo la desea, ella percibe su piel blanca y suspira de ardor. En un pasillo lleno de mesas e interactividad, las dos juguetean íntimamente mientras estudian. La mañana es fría y el sol mortecino, el piso estaba sucio y resbaloso, y en ese mar de gente ajena a sus acciones ellas no sonreían, jugueteaban en silencio, sólo una miraba bastaba para despertar miles de emociones. La desesperación, la agonía ardiente en el vientre, la confusión. Para su hermosa amiga está situación era común, para ella era algo nuevo, un impulso indefendible. Su padre era el culpable, no su amiga de ojos castaños, piel de perla y pies de diosa, no ella. Maldito sea el día en que sospecharon de su inclinación sexual, pues aunque no rompieron su integridad, su curiosidad fue violada. Ya no aguantaba más, su vientre chorreaba y la invitaba a gritar. Su amiga, indiferente a estas sensaciones de su compañera, pero esclava de la fantasía que habita en sí misma, la invita a dejar ese lugar. Así salen ambas a probar vapores de inhibición, a disfrutar de sus cuerpos y del secreto, mientras su padre ordeña vacas y saca cuentas.
Fefo

9 de Agosto 2012

viernes, 4 de mayo de 2012

El cigarro baila contigo después de un polvo en el mundo real.

El cigarro de las tres de la tarde crea volutas de humo que bailan entre las piernas blancas de la niña etérea. El calor de las tres de la tarde hace sudar su sexo inundando la habitación por completo con ese olor almizclado que hace minutos no percibía y que ahora el humo no quiere disipar. El cansancio que causan las horas juega con ese desperdicio corpóreo, culminación orgásmica de un almuerzo mágico, las toallas de papel, la ropa tirada en el suelo, las tazas de café vacías y nuestros cuerpos torcidos, cansados, zozobra de ilusiones recién concebidas, en la cama; sufren y ríen. Las volutas mueren entre las piernas de la niña etérea, sus piernas blancas se levantan y unen en el aire, yo veo sus pies y con el cigarro les regalo más humo, su coño, libre de encierros, suda y se refleja frente al espejo del espacio del cual es ahora dueño. Hoy tus ojos brillaban más que tú piel, allí, en la cafetería de las calles de color naranja, allí te vi fuera de mis sueños, el calor y la humedad dejados por las lluvias causa en mí alucinaciones, imágenes etéreas de ti. Tú cabello desgreñado, tú ojos brillantes - Te amo - pienso y cierro mis ojos, no desapareces está vez, hoy eres tan real como nunca. Cruzó la calle mohosa mientras tus ojos me siguen brillantes en mi travesía, el barrendero te mira con deseo y yo le odio, las viejas chismosas te miran con asco y yo las odio. Hasta ahora te pensé fantasmal, impura, la puta de mis alucinaciones, pero ante mí estás - ¿Esperando un abrazo, un beso? Digo en voz alta - real, pura, el amor de mis realidades.


 Fefo 04 de Mayo, 2012

miércoles, 18 de abril de 2012

Se levantó en la mañana aquel pintor en decadencia

Se levantó en la mañana aquel pintor en decadencia, su apariencia nos decía que los años pasaron más rápido en su viva, treinta y nueve años sobre sus parpados han acabado con su mirada tierna y llena de ilusión, mirada de un hombre con sus sueños en la palma de la mano. Ahora este hombre, al haber ignorado su juventud por completo no sonríe al despertar. Era el último miembro de una familia de artistas de todos los inimaginables matices y formas del arte, artistas cuyas obras solo podían compararse con la virtud de sus creadores. Alejado del mundo nuestro pintor pasaba interminables noches observando los alrededores del bosque olvidado donde se encontraba, en busca de un tesoro familiar cuya dudosa existencia aceleró el proceso que descompuso su cordura. Sus pinturas; a veces vistas por el fantasma de su mentor, su ectoplasmatico mentor, su padre; despiertan un gran interés en las luciérnagas que en su despacho ahora dormitan. Otro día ha pasado en la solitaria vida de nuestro pintor, una mañana mas es vista pasar a través de sus ojos…
…Es de noche, otra noche maldita, sin luna, sin alguien con quien ser, nadie, solo estrellas, miles. Las luciérnagas dominan esta noche una pintura oculta, siempre observando y preguntándose:
- ¿Qué tan solitaria es la vida de nuestro ahora mediocre artista?
Al escuchar esto nuestro pintor exige silencio a estas alimañas y replica:
- Si solo las tengo a ustedes mi soledad será eterna. Dejen de custodiar el legado mi familia, permítanme sentirlo, permítanme descubrir que soy mejor que mis ancestros. Quiero saber si soy el mejor, mejor que él – Sus compañeras comienzan a brillar en señal de desprecio y obligan al pintor a huir de su despacho.
Afuera, una sonrisa de falsa ironía ilumina el rostro de nuestro pintor - ¿Me habré convertido en ti? ¿Te habré superado padre mío? – Estas palabras tal vez fueron el único sonido emitido en el olvido del bosque. Otra sonrisa aparece, esta vez en el rostro de un anciano, su figura resalta en la niebla como las luciérnagas en la oscuridad.
- Tantos años de oleos, acuarelas y soledad te han causado alucinaciones, ahora mi pupilo, yo soy una de ellas – Su agusanada voz de cadáver cubre bruscamente los oídos de nuestro pintor y libra al aire de su ligereza. Todo flota en el bosque y en la mente de él, todo excepto ese hediondo ser reminiscente.
En un estado indefinido el ectoplasmatico ser remueve sus entrañas con risas maniacas, silenciadas por el odio, respiran profundo y vuelven a rugir maniacas.
- ¿Para que maldecir tu arrogancia si tú conciencia no la encuentra culpable de tu miseria? – la risa se detiene y comienza el llanto - ¿Por qué deseas mi gloria? ¿Dónde reside tu virtud, tu dignidad, tu amor? – Y como una lluvia de plomo el aire recupera su peso y todo cae al suelo bruscamente. El barco de sus ilusiones no pudo flotar más en esa realidad variante. Nuestro pintor muere dejando atrás su talento.

Fefo

domingo, 3 de julio de 2011

Mediados de Febrero

Los días de lluvia no cesaban, una llamada telefónica me sacó de mi letargo, de mi exilio de este mundo, de la sombra y la tranquilidad de mi hogar. No tomé mi mejor ropa, sino mi abrigo negro, mis jeans rotos y una franela blanca, no pensé que un reencuentro en un parque debía considerarse formal. Y así salí de encierro voluntario, las lluvias lo sabían todo, se enteraron de mi necesidad de salir y me dejaban en paz, no llovía, no hacía calor, solo fue un día nublado, un sol muerto que poco hacía en el cielo saludaba con desde a las nubes que lo cubrían, un suspiro de alivio se me escapa y me libera de dudas. El parque estaba vacío, solo una parejita risueña discutía por cosas que no nos incumben, veo el auto de la persona que me citó aquí hoy, y con pasos ligeros me dirijo hacia él; está vacío, así que busque un lugar con grama seca y allí me senté a esperar.
Una hora después mi espera parecía absurda, la pareja había dejado de pelear, hechas las paces se fueron agarrados de las manos, no sin antes desatar sus pasiones cerca de los columpios, haciendo un teatro para mi, único espectador presente, que al no saber la razón de su espera o qué carajo espera, se entrega a su naturaleza voyerista – ¿Quién no lo haría? – El chico era alto y moreno, algo promedio aquí, empero la señorita, si así podemos llamarle, era una pelirroja natural, delgada, de caderas anchas, senos redondos y apretados en una blusa lila escotada, la piel radiante de sus piernas resaltaba en la grama y en sus shorts negros – Bonitas piernas – Pensé - Bonito cabello – Pensé. Las manos de su acompañante no me permitieron ver su culo, eso será un misterio para mí. Me canse de esperar, mi entretenimiento morboso se ha ido, ya no quedaba nada para mí en ese lugar, empero el auto de mi convocador permanecía en el mismo lugar, vacío y sin visitas, así como yo, el convocado. Acaricio la grama por un momento, levanto la mirada cuando un ente fantasmal ante mis ojos, corriendo, serpenteando entre los columpios y subibajas, busco con los ojos a sus padres, no hay vestigio alguno de los acompañantes del niño, decido quedarme a observar un poco más al pequeño, un aspecto familiar en el niño hace que mi mirada desee protegerlo, luego el pequeño cachetón, cabello castaño y blanco como la nieve se acerca a mí y mira hacia el auto de mi ausente y supuesto acompañante, una brisa de seguridad acaricia su cara y con un precoz suspiro de abandonada indecisión me pregunta con una voz encantadora, familiar y nerviosa: ¿Usted es mi papá, verdad?
Así lo entendí todo, la ausencia de mi cita, los pocos detalles de la misma, el parecido del niño y con lágrimas en los ojos lo cargo y lo beso, y en un ataque de absoluta ansiedad le digo: “¡Si, yo soy tu papá!”.

Fefo (Rafael Eduardo Urdaneta Saraúz)
11/06/2011