No hay algo peor que no tener esperanza, pero el olor a muerte lastima nuestro corazón, un fin de semana maldito, un fin de semana triste. Sus ojitos no me miran, sus costillitas se sienten y con lágrimas en los ojos repito constantemente - ¡No te mueras por favor, no te mueras! – Mi corazón se quiebra en pedazos diminutos difíciles de recoger, su cadavérico rostro no tiene esa expresión juguetona que durante un mes me miraba pidiendo perrarina con leche y afecto, ahora solo pide piedad, lo miro y dándole energía a mis palabras le digo - ¡No te mueras por favor, no te mueras! -
Reunidos con sus hermanitos más fuertes la pequeña espera, nosotros esperamos, una noche larga y maldita, el dolor, el peor dolor del mundo. Ya la negación desaparece de mi mente, ya no me importa el dinero ni el tiempo perdido, veo con claridad dentro del corazón de mi novia, mi hermano, mi madre y mis amigos, veo dentro de mi pecho y lo siento tanto, tanto.
Su madre desde la ventana aúlla, ella entiende lo que sucede. La impotencia que debe estar sintiendo, la misma que todos nosotros. Aceptar la muerte es difícil para todo ser, más que difícil es horriblemente doloroso. Ahora nuestras manos la levantan y nuestras almas le piden -¡No te mueras por favor, no te mueras! - Alegra otra vez a este mundo tan triste, mueve tu colita otra vez, fastídianos en la noche, así como todas las noches, despiértanos a las tres y pídenos que te subamos a la cama, no te mueras por favor.
Rafael Urdaneta (Fefo)
20/03/2011